“¡Dale un tiro!, ¡Dale un tiro!”, gritó el atracador que apuntaba a Genris García con la pistola
Por Robert Vargas
El chico estaba muy excitado, tanto que le gritó a su compinche repetidas veces, que apuntaba con una pistola a una de sus víctimas: “¡Dale un tiro!, ¡Dale un tiro!”.
El chico estaba muy excitado, tanto que le gritó a su compinche repetidas veces, que apuntaba con una pistola a una de sus víctimas: “¡Dale un tiro!, ¡Dale un tiro!”.
Por suerte, el joven atracador no le hizo caso y la sangre no llegó al río y todos los pasajeros están sanos y salvo, incluido el periodista Genris García, Director del portal de noticias Vigilanteinformativo.com.
El incidente se produjo la pasada noche a poca distancia del lugar donde un asalto a una mujer terminó con el sociólogo y comunicador Juan Cruz Triffolio herido con una bala que le pudo haber arrancado la vida.
Se trata de un lugar de espanto donde los delincuentes sienten que tienen el control, allí a poca distancia de lugar donde está Duarte, con su mirada siempre hacia el lugar por donde sale el sol sin saber que a su espalda y a su lado, los atracadores y potenciales asesinos tienen el control de la zona.
¿Cómo inició todo?
Próximo a las nueve de la noche, Genris García esperaba un “carro de concho” en la avenida Las Américas esquina Sabana Larga.
Él regresaba a su hogar en Ciudad del Almirante tras participar en una actividad en el Colegio Dominicano de Periodistas, donde, casualmente, entrevistó a Triffolio sobre la herida de bala que padeció dentro de su vivienda, en un segundo piso de un residencial en El Rosal.
Entonces, llegó aquel “concho” desde el Oeste, como si viniera desde la capital.
En su interior estaban el chófer y un pasajero en el asiento delantero.
Era un carro de la ruta 27 de Febrero, que a esa hora estaba de “pirata” en la ruta hacia El Almirante.
Genris no observó nada sospechoso y se montó en el asiento trasero, hacia el fondo, junto a la puerta que está detrás del conductor. Ahí mismo abordó una mujer con una niña de unos siete años de edad, junto a él.
Nada lo inducía a suponer que en pocos minutos tendría frente a sus ojos un cañón de una pistola lista para vomitar plomo y acabar con su vida.
Si, por casualidad tenía alguna sospecha, esta desapareció unos 400 metros más adelante cuando una joven mujer también abordó como pasajera, allí, debajo del puente peatonal que lleva la escuela Patria Mella, en el sector Villa Olímpica.
También abordaron otros dos chicos, uno delante y el otro detrás, este último en el incómodo tercer asiento.
Hasta ahí, ningún problema.
El viaje estaba completo con los seis pasajeros.
Y tomaron rumbo hacia la avenida 25 de Febrero; de allì a la auopista de San Isidro
Este era el cuadro: en el asiento trasero, detrás del chófer, Genris García; a su derecha, una mujer con una niña; luego uno de los dos hombres jóvenes y junto a la puerta derecha trasera, una mujer.
Delante, el chófer, un pasajero y, junto amla puerta derecha, el segundo de los dos veinteañeros.
Cuando el vehículo tomó la avenida 25 de Febrero, rumbo a la avenida Charles de Gaulle, justo después de cruzar el puente seco que pasa por detrás del busto a Duarte, los chicos pidieron que los dejaran.
La mujer que venía junto a la puerta se desmontó para dejar que el joven tambien lo hiciera. El que iba delante, junto a la puerta, también se desmontó.
Es en ese instante cuando, el que se desmonta detrás, con un pie dentro y otra fuera del vehículo, saca una pistola y encañona a Genris García, con el arma por encima de la mujer y del a niña que estaban en el medio.
-“¡Chófer, esto es un atraco!”, gritó uno, mientras el otro encañonó a Genris y le reclamó que le entregara el celular, a lo que este accedió de inmediato.
Pero delante, la situación era algo distinta.
El segundo atracador, que ya estaba fuera, le reclamaba al otro pasajero que le entregara su cartera rápidamente.
Quizás por el nerviosismo del momento, el hombre tardaba en sacar la cartera desde su bolsillo trasero.
Entonces, el ambiente comenzó a teñirse de muerte cuando el veinteañero que estaba detrás gritó y ordenó con energía:
-“¡Dale un tiro!, ¡Dale un tiro!”.
Fueron apenas unos segundos que parecieron una eternidad.
Genris sintió que moriría y por su mente, como si se tratara de una película, pasaron rápidamente episodios de su vida. Pensó en su esposa Anny y en sus hijos Davel y David y en el resto de la cría. Pensó muchísimas cosas en fracciones de segundo.
Por suerte, el hombre sacó la cartera y se la entregó al delincuente.
Con el botín en las manos, los dos jóvenes se dieron a la fuga.
Aunque parezca extraño, al chófer no le quitaron ni un centavo.
Ni a las dos mujeres.
Mientras tanto, todos están vivos para contarlo.
La policía sospecha que el chófer puede ser parte de una banda de atracadores.
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